Meditación, el estado de claridad

La meditación es una vía directa para conectar con el cuerpo espiritual y establecerse en él. Señalo la meditación como la última vía de alineación, aunque podría ser la primera porque todas las demás vías son consecuencia de un estado de presencia asentado en el momento. *Extracto del libro «El Lenguage del Alma»
En el estado meditativo o contemplativo se ha trascendido la ilusión de la mente. Hasta ese momento, la ilusión de la mente se manifestaba como dualidad o separación, tanto en el cuerpo mental como en la percepción del mundo -su reflejo externo-. Mientras persista la ilusión mental hay diferenciación, cuando se despierta se recobra el estado original de unidad. El estado meditativo de conexión o unidad con todo, es algo natural. Como es un estado natural, no es algo que haya que alcanzar, sino un estado a recuperar.
Cuando la mente está sosegada, puedes adentrarte en tu naturaleza esencial y establecerte en ésta. De este modo la meditación te lleva a experimentar la comunión con lo Uno[1],la conciencia de unidad con todo lo que percibimos. Cuando la experimentamos, todos los cuerpos se alinean; emerge una profunda paz y la sensación de que todo está en su lugar, sea lo que sea lo que esté ocurriendo en el escenario.
El personaje o “yo” desaparece, aunque sea momentáneamente, y con él caen todos sus deseos, apegos y problemas. Caen porque son despersonificados y los fenómenos que uno percibe ya no son cosas que le ocurren al personaje -con el que hasta ese momento estábamos completamente identificados-, sino fenómenos que suceden en el mundo. Ya no hay un “yo” en el escenario, por tanto, no hay sufrimiento, deseo ni apego.
Si uno vive su vida como si fuera una pesadilla, tener una experiencia de despertar conlleva la liberación del personaje y de las circunstancias que lo mantenían atado y le hacían sufrir. En el camino del despertar, hay un paso clave que se produce al variar el enfoque de la atención. Desde la percepción de la situación -el objeto-, que causa alegría o sufrimiento a quién lo percibe -el sujeto-, la atención se desplaza al espacio donde ambos se manifiestan. En ese espacio uno se da cuenta de quién sostiene la situación es el “yo”. Cuando se deja caer el yo, éste deja de sostener el escenario, que se desvanece con todo el drama o la comedia que ahí estaba. Desaparece el sujeto y el objeto se desvanece; sólo queda espacio y profunda paz.
Meditando en la comunión de los cinco cuerpos
A continuación ofrezco una práctica meditativa basada en la alineación y comunión de los cinco cuerpos. Para entrar a la experiencia de comunión usamos la puerta de la respiración. En general nuestra atención consciente no está enfocada en nuestros distintos cuerpos, sino en los fenómenos que suceden en nuestro escenario. En cuanto cierras los ojos, tu atención gira hacia dentro, hacia los fenómenos internos –sensaciones, emociones y pensamientos-. En ninguno de los dos casos podemos hablar de comunión entre dentro-fuera, porque en el primero sólo estás fuera olvidando tu interior y en el segundo sólo dentro aislándote del exterior. Puedes permanecer en la puerta entre dentro y fuera a través de poner atención a tu respiración mientras mantienes los ojos abiertos.
Si llevas la atención a tu cuerpo, ahora mismo puedes sentir tu respiración. Tanto mientras estás leyendo como realizando cualquier otra actividad, puedes notar el movimiento que se genera en alguna parte de tu cuerpo a través del ciclo de la respiración.
Cuerpo Físico. Si estás sentado, acércate al borde exterior de la silla de forma que tu espalda se separe del respaldo. Es una posición que metafóricamente indica que te sostienes sobre ti mismo, en tu columna vertebral. Además la columna queda alineada y se favorece la circulación de la energía. Si en algún momento sientes que es mejor cerrar los ojos, hazlo.
Llevando la atención a la respiración, puedes observar el paso del aire en las fosas nasales o el movimiento del pecho o del área abdominal a través de la oscilación del diafragma. Si puedes sentir con facilidad el movimiento que genera la respiración en tu abdomen, puedes observar hasta donde llega su impulso. Quizá puedas notar cómo entra en la pelvis, toca la zona genital y llega hasta el perineo. Cuando eras un bebé todo tu cuerpo se mecía con distintos ritmos, siendo uno de ellos el de la respiración. Tu cuerpo se abría y se cerraba, se expandía y se contraía en una perfecta armonía de movimientos. Recupera esa memoria corporal devolviendo la sensibilidad a tu cuerpo. Afina tu atención para que puedas notar sensaciones cada vez más sutiles. Irás notando que el impulso de la respiración llega cada vez a más partes de tu cuerpo.
Cuerpo Energético. Manteniendo un hilo de atención sobre la respiración, observa alguna zona de tu cuerpo donde sientas un movimiento de energía. Esta zona puede corresponderse con los centros de energía llamados chakras y también con manos, pies u órganos sensoriales. Si al inicio no percibes una zona en especial, empieza observando la temperatura de la piel de tus manos y las sensaciones que aparecen al acercar y separar tus dos manos varias veces sin que lleguen a tocarse.
Ahora, en lugar de observar distintas sensaciones en un lugar u otro del cuerpo, el siguiente paso es sentir todo el cuerpo a la vez como una sola entidad, como un campo de energía que se extiende incluso más allá de los límites de la piel. Percibe cómo se desdibuja el contorno del cuerpo físico mientras tu atención se extiende hacia la esfera o campo energético que lo rodea. Con tu intención puedes contraer, concentrar o dilatar este campo energético. Si estás en medio de la naturaleza en un lugar sosegado, experimenta expandirlo hasta que se diluya en el espacio a tu alrededor. Puedes experimentar hacerlo con los ojos abiertos o cerrados.
Cuerpo Emocional. Manteniendo un hilo de atención sobre el campo energético, es decir, sin perder la percepción de tu cuerpo energético, conecta con una de tus emociones preferidas o habituales. Si no sabes cómo conectar con una emoción, piensa en una experiencia intensa y con los ojos cerrados revívela como si estuviera pasando en este momento. La mayor parte de las emociones se manifiestan en el área que va desde la garganta hasta la pelvis. Nota qué parte concreta de esa área te llama más la atención. Quizá puedas notar una sensación de vacío, o bien una vibración, un nudo o un dolor que se intensifica al recordar la experiencia. En cuanto notes la emoción, descarta completamente las imágenes o pensamientos en relación a la experiencia intensa que te ha llevado a conectar con la emoción y céntrate en cambio en la sensación y el movimiento interno de tu cuerpo.
Tanto si juzgas esta emoción como positiva o negativa, el movimiento es el mismo: es como una ola, grande o pequeña, que te va traspasar provocando una oscilación en tu cuerpo energético. Si no hay resistencia a ser atravesado por la ola de la emoción, tu cuerpo energético va a quedar recargado, expandido, reforzado o inalterado después de su paso. Si hay resistencia a la emoción, tu cuerpo energético quedará contraído, deformado o perturbado y su impulso o residuo podrá llegar hasta el cuerpo físico[2]. Si observas el movimiento que genera la emoción sin juzgarla ni intervenir de ningún otro modo -como si flotaras en el océano y la oscilación de una ola pasase a través de ti- el cuerpo energético permanecerá inalterado.
Cuerpo Mental. Manteniendo un hilo de atención sobre la última emoción, observa los pensamientos que están vinculados con ella. Observa la tendencia del Cuerpo Mental a nombrar las emociones, sensaciones, objetos y situaciones dándoles forma de pensamiento. Observa, por ejemplo, el libro entre tus manos o deposita tu mirada en cualquier objeto a tu alrededor o en un paisaje, aunque sea urbano.
Un libro, una silla, un árbol, una nube…
También puedes revivir una situación o escuchar un sonido externo dándote cuenta de cómo tu cuerpo mental tiende a identificarlo y nombrarlo.
Un conflicto, una desgracia, un enfado, un ruido…
El cuerpo mental da forma al mundo nombrándolo, y así moldea la realidad creando el mundo en el que cada uno vive la mayor parte del tiempo.
Un sonido es un fenómeno que se puede percibir auditivamente; el concepto “sonido” puede incluir una melodía o un ruido. No es lo mismo nombrar un fenómeno auditivo como sonido que como un ruido. Al nombrarlo como “ruido” estás incluyendo un juicio que da forma o moldea tu realidad: tu atención ya no es desnuda, has incorporado una opinión o etiqueta mental a un fenómeno desnudo. Si percibes el sonido de unos niños jugando como un ruido, es normal que te moleste. En cambio si te quedas simplemente escuchando un instante antes de nombrar un sonido, sea cual sea el sonido que escuches, puedes quedarte flotando en una sensación de paz donde todo lo que ocurre se acomoda perfectamente al flujo del momento sin intervención alguna.
Permanece contemplando el instante antes de nombrar cualquier cosa que percibas, antes de darle forma de pensamiento. Entonces podrás experimentar que tu atención desnuda -libre de opinión- tiene el efecto inmediato de bendecir las cosas que ocurren. No pongas aún tu atención desnuda sobre una persona porque puede causar un efecto incómodo sobre ella; por ejemplo, podría sentirse invadida por la falta de costumbre en relacionarse sin máscaras.
Mientras permaneces en ese estado sin nombres, estás en el espacio vacío que contiene todas las infinitas posibilidades. Cuando nombras algo, una de esas posibilidades se convierte en real y se separa de las demás, creando la dualidad y el mundo de las formas.
Recapitulando, has logrado observar estos fenómenos:
- El movimiento que genera en tu cuerpo la respiración
- La temperatura o la energía de tus manos
- El movimiento o sensación que genera el paso de una emoción
- El mecanismo de nombrar los sucesos creando la realidad en forma de pensamientos del cuerpo mental
- Un sonido externo como si fueras un testigo sin opinión de lo escuchado.
- Una atención libre de opinión, el espacio de quietud un instante antes de nombrar cualquier cosa, antes de darle forma de pensamiento
Cuerpo Espiritual. Ahora presta atención al observador que atestigua todos esos fenómenos y percibe la unidad que forma el sujeto y el objeto, el perceptor y lo percibido. Si estás observando una emoción, sé uno con ella hasta que se diluya la separación entre la sensación y la conciencia que la observa. Si estás observando un sonido, fúndete con él de forma que desaparezca la distancia entre el sonido y la conciencia que lo observa. Si estás disfrutando un paisaje, hazte uno con él de forma que la conciencia reúna a quién lo disfruta con lo disfrutado y sea ella el mismo disfrute.
Poniendo una atención desnuda sobre lo observado y el observador se disuelve la diferenciación entre ambos y desaparece el mundo dual. Entonces sólo hay conciencia que se recrea y se observa a sí misma. Todos los cuerpos se han hecho Uno. Tú eres el espacio donde se manifiesta el observador y lo observado. Deja que este espacio te absorba hasta desaparecer en el vacío de lo no manifestado.
Puedes meditar en la comunión de los cuerpos estableciendo un espacio de quietud con los ojos cerrados unos minutos al día, hasta que puedas experimentarlo en cualquier momento del día incluso con los ojos abiertos.
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Las claves para alinearme a través de la meditación
- Tomo el compromiso de cerrar los ojos, entrar en mi mundo interior y hacer una respiración consciente en un momento determinado del día: Una inspiración y una exhalación.
- Si encuentro un placer instantáneo al hacerlo haré unas respiraciones más[3], y si no terminaré mi práctica satisfecho de haber puesto mi intención en la meditación hasta el día siguiente. Todo el proceso no me llevará más de uno o dos minutos en la fantasía del tiempo.
- Si de vez en cuando sucede que, además de sentir mi respiración, empiezo a hacerme consciente de mi cuerpo energético, continuaré ascendiendo por el resto de cuerpos hasta que toque el espacio de quietud del quinto cuerpo, donde experimento mi disolución en el espacio que lo contiene todo.
- Tomo también el compromiso de que cada vez que lo recuerde, en mitad de mis actividades diarias sin necesariamente interrumpirlas ni cerrar los ojos, haré una sola inspiración y una sola exhalación consciente.
[1] Lo Uno es lo Absoluto no-diferenciado o no-dual. Para referirme a ello uso el articulo indeterminado «lo» en lugar de referirme a la Unidad –como femenino- o al Uno –como masculino-, pues lo Uno comprende a ambos de manera no diferenciada
[2] Este impulso acumulado en el tiempo podría dar lugar a síntomas físicos como una vía de expresión y liberación somática.